Corrían los días de julio y aquel sábado amaneció nublado, pero ya se veía desayunando desde la ventana de mi casa que ese día no iba a acabar así, no sabía exáctamente cómo, pero estaba claro que iba a cambiar. Fue gracioso porque el cambio sucedió justo cuando estábamos todos los invitados (y el fotógrafo) dentro de la iglesia de San Pedro de Lasarte-Oria, durante el reportaje de boda de Nuria y César. El día dio un giro de 180º para instalarse en uno de los días más calurosos del año. Y yo, de negro. Creo que desde aquel día anoté en mi agenda la necesidad de buscar otro look para estos días de verano, sobre todo si sabía que me iba a pasar todo el día con dos cámaras colgando y componiendo sin parar.
Dejando el clima de lado, he de decir que estaba entusiasmado con hacer un reportaje de boda en el centro de Lasarte-Oria, el pueblo donde me crié y donde hay en día seguimos teniendo nuestro estudio fotográfico. Es cierto que la mayoria de parejas que nos contratan para la realización de las fotos de su boda son de fuera de Lasarte, así que es inveitable sentir algo diferente cuando hacemos el reportaje por las calles de este humilde pueblo pegado a Donostia-San Sebastián.
No era difícil pensar en lugares que estuviesen fuera de Lasarte para la realización del reportaje de novios, pero quedamos en que nos íbamos a mantener en nuestros trece y no nos escaparíamos del pueblo para hacer las fotos. Y así hicimos, nos recorrimos la calle mayor, aprovechamos las zonas verdes de Villa Mirentxu, y después hicimos un par de paradas, camino de Urnieta, antes de llegar al restaurante Oianume, y bebernos una botella entera de agua cada uno. El resultado final: el orgullo de haber hecho las fotos en Lasarte, ¿por qué no?, y la sensación de haber pasado el día con una pareja espléndida, con la que todo fué más fácil, a pesar del clima. Como fotógrafo de boda ubicado en Lasarte-Oria, estoy deseoso de volver a sacar chispas a las calles de mi pueblo. ¡Qué ganas!